Mi vida ha sido un camino de autodescubrimiento, profundo y poderoso. Me ha guiado mi naturaleza curiosa, las plantas, mi cuerpa y el deseo de servir a las personas y mi entorno, en una necesidad de sentir que “hago algo” en reciprocidad con la dicha que me da mi existencia. Por esto, en mis acompañamientos, busco la forma que cada persona se reconecte con su energía, su esencia y su propósito, dándoles la mano para que recuerden su valor, su luz, y despierten ese gozo que trae el sentir la vida, aquí y ahora. 

Déjame contarte mi historia.

Acompaño tu camino de autoconocimiento,

a través de la comprensión de tus procesos de vida.

Acompaño tu camino de autoconocimiento, a través de la comprensión de tus procesos de vida.

Nací en Costa Rica en mayo de 1983, en un pequeño pueblo llamado Grecia. Ahí, crecí con mi hermana y hermanos, jugando en los jardines, con personas de todas las edades, y siempre rodeada de plantas, amor, vida, muerte y buena comida. Las mujeres de mi familia me enseñaron a sentir, cuidar y honrar la naturaleza y la tribu. A que todo viene y todo va, que todo nace y muere y así es como debe de ser. Me conectaron con las plantas, el arte, la lectura y la expresión, y permitieron que siempre cultivara mi verdad, mi voz y mi esencia. Fueron, son y serán por siempre mis guardianas.

Al crecer, y verme abrumada por los estigmas, complejos y expectativas que se tienen al ser mujer en un contexto patriarcal, mi alma se cerró un poco, y durante la adolescencia pasé por enfrentamientos personales con mi imagen, especialmente la corporal. Ahí apareció el yoga, de la mano de una de mis mujeres, y a mis 16 años me permití entablar una nueva relación conmigo, con mi cuerpo y mi ser. Comencé a recordar, a recordarme. 

 

Ya en la Universidad, estudiando Artes y siendo parte del grupo de Teatro universitario, mi práctica de yoga era diaria. A los 26, habiendo pasado por una etapa de trabajos estables y estresantes en agencias de publicidad, por fin seguí mi instinto de nuevo e hice mi entrenamiento como instructora de yoga. Luego de dar mi primer clase como profesora certificada, di un salto de fe al cielo, renuncié a mi zona de confort y seguí mi deseo de servir, de ver a la gente ser feliz y liberarse de aquello que no les hace bien. Por primera vez me serví a mi misma también, y me liberé de lo que no era para mí. Había descubierto mi propósito.

Esa decisión abrió mi visión y expandió mis horizontes. No solo estaba practicando y compartiendo algo que había cambiado mi vida, sino que cada cosa que llegaba a mí, me hacía avanzar y me daba más herramientas para lo que venía. Estudios, experiencias, personas, comunidades, países, culturas, razas y lugares han sido mis maestros y maestras constantemente. Incluso cuando en algún momento atravesé depresiones fuertes, relaciones tóxicas y violentas, o acontecimientos críticos que removían como terremoto mi bases, reconocería al pasar el tiempo que tuvieron una razón de ser, un aprendizaje y una experiencia que aprehender y asimilar. 

Todo lo que he aprendido, y sigo aprendiendo, ha ido integrándose a la caja de herramientas que utilizo en mis acompañamientos. Por eso digo que cada paso en mi camino no ha sido planeado, pero sí trazado. Y ha sido la vida la que se ha encargado de eso, de que sea quien soy y que esté donde estoy.

En este momento, al convertirme en madre, experimento uno de los Ritos de Paso más fuertes e importantes de mi ser y mi existencia. He comprendido de dónde viene la vida, cuál es la verdadera magia que habita el universo y como es que somos parte de ella, como un tejido que sostiene la existencia misma. Por eso veo y reconozco en las personas sus versiones, sus niñas y niños, su necesidad de ser vistos, escuchados, y sobre todo, su necesidad de ser y encontrar esa parte y lugar que tienen en el tejido universal. Todas esas cosas que vemos y experimentamos en nuestras vidas como traumas y carencias, son en realidad un anhelo de afecto, de gozo, compasión, empatía y paciencia con nosotros y hacia nosotros. Todos deseamos ser vistos por quien realmente somos.

Por eso, en mis acompañamientos, te veo, me veo, nos veo. Y te acompaño a abrir esa visión que te permite ver(te).

Siempre digo al Universo, no sé hacia dónde voy, pero aquí voy. Y el móvil que hace que siga mis pasos en este camino es la transformación que he tenido en mi vida, y que veo en las vidas de quienes acompaño. Deshacer nudos, encontrar claridad, destapar visiones, visitar sombras, superar miedos, separar velos, y ocupar espacios asertivos, coherentes y conscientes en mi vida y en la vida de las personas que llegan a mis sesiones, me motiva a seguir creando espacios en los cuales los seres descubran su magia, recuerden su poder, vivan su soberanía y retomen el lugar que ocupan en el universo , transformándose desde el amor, el gozo, la compasión, el respeto y la aceptación de ellos mismos, su entorno y la existencia.